[1]La figura del “orco”: fealdad,
sumisión, miedo, vacío espiritual, deformidad, materialismo, putrefacción, ese
sentido de formar parte de la masa —que realiza invasiones invertebradas
bárbaras donde el poder dominante ordena y por la implantación de un Nuevo Orden—, la carencia de valores y
ética alguna, individualismo, hedonismo, nihilismo y un largo etc. que
identifican a este ser de la oscuridad, cada vez más con el individuo de la
sociedad moderna y la perdida de las señales de la Tradición.
No confundamos pues
los estereotipos de la belleza y cánones metrosexuales establecidos por nuestra
sociedad como ejemplo de belleza, puesto que ese mismo canon carece de
representación arquetípica, siendo totalmente artificial, mantenido y acrecentado
con productos químicos que destruyen, más que ayudan, el organismo, siendo un
“retrato de Dorian Grey” el ejemplo órquico del individuo vigoréxico que
pretende alzarse como nuevo arquetipo de la ‘perfecta sociedad moderna’.
Dicha fealdad y
degeneración sigue presente en la perdida de lazos entre el Hombre y la
Naturaleza. La ‘técnica controlada’, usada de manera tradicional hace que se
pueda mantener la simbiosis con la Naturaleza, a diferencia del uso de la
‘técnica’ por las huestes de Mordor, que la trata como un objeto; la
consecuencia de dicho trato es un afeamiento del mundo: La Sociedad Órquica =
El Mundo Moderno.
Seguramente la
percepción por parte de cualquier individuo sobre esta situación es totalmente
contrapuesta a la de Tolkien Realicemos pues un poco de autocrítica y
analicemos nuestro mundo, hallaremos entonces la realidad del caos en el que
vivimos… un caos que puede ser invertido recobrando el orden, hallando la
solución a esta paradigmática ecuación en nuestra falta de comprensión de la
Naturaleza, nuestra postura es de dominio, cuando tendría que ser de unión.
No nos comunicamos
con el mundo en el que vivimos, Gaia es una entidad viva de la cual nosotros
formamos parte, sin embargo la tratamos como algo material que podemos someter
y dominar, cuando en lugar de ello deberíamos “…buscar el sentido de lo que nos rodea”[2].
Es entonces cuando
viene a mi recuerdo aquella frase del maestro Ortega en la que dice: “…al hombre le es dada la abstracta
posibilidad de existir, pero no le es dada la realidad. Ésta tiene que
conquistársela él, minuto a minuto: el hombre, no sólo económicamente, sino
metafísicamente, tiene que ganarse la vida”[3].
Pero el Hombre, en
su mayoría sometido a los designios de la sociedad, al orquismo del cual está
impregnada, asiste a un conflicto interno entre su propia amargura y la esencia
de lo que biológicamente es, la lucha se hace presente en aquel que sin llegar
a estar sometido en su totalidad, tampoco es consciente de la realidad que está
viviendo, experimentando pues un álter
ego, que quizás el genial Espronceda plasmase en los primeros versos de su
ensayo épico El Pelayo:
“Virtud
contemplo, libertad y gloria,
Crímenes, sangre,
asolación, ruina,
Rasgando el velo de
la edad mi mente,
Que osada vuela a
la remota gente”.
*****
Y surgen aquellos
que, cegados por la codicia han caído en sus redes —como los Nazgûl—, pensando
que dictan su propio destino cuando la realidad se posiciona en las antípodas
de su pensamiento, el tiempo así lo ha demostrado, convirtiéndolos en siervos
gentiles de lo que ellos en antaño ambicionaban ser.
El Anillo se alza
como la figura Absoluta, el mismo Sauron está sometido a su poder, y así es
demostrado cuando el Anillo es destruido: Mordor, Sauron y las Tinieblas
sucumben.
El Anillo alienta
la ambición de todo ser… e incluso los grandes portadores de la Luz se sienten
tentados en plena misión, como Boromir. El mismo Gandalf reúsa del Anillo
cuando Frodo se lo ofrece, a sabiendas del peligro que eso suponía para el que
fuese portador del mismo: “¡No me
tientes! pues no quiero convertirme en algo semejante al Señor Oscuro”[4].
El mensaje que se
transmite lo resume Lasalle en una frase: “(…)el
principal enemigo se encuentra en nosotros (…)”[5].
El desprecio que
Tolkien tenía hacia nuestro mundo moderno lo plasmó en el proceder y actuar del
mundo de las tinieblas y la sociedad órquica, así como en la voluntad enfermiza
acentuada por el poder del Anillo.
“El espíritu de posesión(…) es hoy el motor
de la civilización. El tener está por encima del ser y el beneficio sobre el
sacrificio. La voluntad de posesión es de hecho la máscara orgullosa del
espíritu de sumisión, sumisión alienante y constantemente renovada hacia un
sistema material cada vez más denso y complejo”[6].
[1] Con la puesta en
marcha de un nuevo proyecto cultural llamado EDITORIAL EAS redacté un artículo
para una colección de libros sobre grandes autores llamada Pensamientos &
Perspectivas; Tolkien es quien inaugura esta colección. Mi artículo titulado “NO
ME TIENTES” se divide en tres partes: 1º Posibles paralelismos históricos; 2º
El Cosmos: Tradición y Naturaleza y 3º La Sociedad Órquica. El presente texto
correspondería al tercer apartado del artículo completo que será publicado en
Septiembre por la EDITORIAL EAS, en su colección Pensamientos &
Perspectivas, Nº 1. Más información en: https://www.facebook.com/pages/Editorial-Eas/621046797979596
y en editorialeas@gmail.com.
[2] J. Ortega y
Gasset, Meditaciones del Quijote, Obras Completas, 1914, Tomo I, pág.322.
[3] J. Ortega y
Gasset, Meditación de la técnica, Obras Completas, Volumen V, pág. 337.
[4] John R.R.
Tolkien, El Señor de los Anillos, Ediciones Minotauro, 1978, Tomo 1, pág. 91.
[5] Éric Lasalle, Point
de vue, nº13, GRECE, 1994.
[6] Ibid.
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