martes, 29 de abril de 2014

ORÍGENES CELESTES, MIGRACIONES SOLARES

Primera Parte


Las primeras migraciones de la raza boreal tomaron dos grandes rumbos, uno de Norte a Sur y otro de Occidente hacia Oriente.
Portaron el mismo espíritu, sangre e idénticos sistemas de símbolos, signos y vocablos.

La primera oleada alcanzó por un lado América del Norte, donde hallamos su presencia entre la tribu de los indios Mandan (Missouri), megalitos de carácter céltico en Nueva Inglaterra o las ruinas vikingas en L’anse Aux Meadow[1].

L'anse Aux Meadow, yacimiento y reconstrucción del poblado vikingo, situado en la punta septentrional de la Isla de Terranova, Canadá.

Sobre la presencia de restos arios en Groenlandia podemos rescatar el siguiente texto del Congreso americanista de Nancy el 22 de Julio de 1875: M. Waldemar Schmidt, profesor de la Universidad de Copenhague, comunica al Congreso manuscritos groenlandeses con croquis hechos por los indígenas y recogidos por M. Rinck, antiguo inspector en Groenlandia. Estos croquis iluminados reproducen escenas de la vida doméstica de esos indígenas y episodios de sus leyendas nacionales. Se ven gigantes vestidos con pieles de animales, grandes monos luchando con hombres, marinos que atraviesan los aires en piraguas volantes...
El orador habla en seguida de la colonización de la Tierra verde[2] por los islandeses del siglo X, y en apoyo de las tradiciones y de los documentos históricos presenta diferentes objetos sacados de las antiguas tumbas escandinavas del Groenland: una piedra negra, sobre la cual se ve una inscripción rúnica de 1837, piedra encontrada en el 72° de latitud Norte; una cruz, y un tejido de lana, cuya perfección atestigua un origen europeo.[3]

Y por otro lado, las regiones septentrionales de Eurasia. 
En las islas del norte del Japón, más concretamente en Yezo y Sakalina nos encontramos con el fenómeno de la etnia ainu, se les atribuye ser la primera población que vivió en las islas niponas, conservando a día de hoy unas características genéticas propias, que indican una diferenciación arcaica frente a las demás poblaciones contemporáneas de la zona. Los restos arqueológicos más antiguos se han encontrado en la isla de Hokkaïdo, datados del año 5000 antes de Cristo. Jean François Galaup (1741 - 1788) describió a los ainu como una población muy parecida a los blancos europeos, ya que su piel es de color blanco curtido, ojos en ocasiones oscuros, castaño claros y algunos hasta verdosos, pelo abundante, barba espesa y sin rasgos mongoloides, pese a sus pómulos elevados[4].

Estatua del jefe de la aldea ainu de Shiraoi, sus atuendos recuerdan a los vikingos.

Ainu actual, notese la frondosa barba frente a la carencia de bello facial característica de los pueblos mongoloides.

Miles de años después hubo una segunda oleada que avanzó a América central. Situándose su gran mayoría en la extinta Atlántida de Platón, desde la Atlántida se extenderían a lo largo y ancho del continente americano, pues se rescata de la tradición de los distintos pueblos precolombinos, donde las leyendas y recuerdos hablan de Quetzalcoal, Viracocha y otros tantos nombres otorgados a los conocidos Dioses Blancos así como los mitos de los Nahua, Toltecas, Aztecas,... referente a la patria más allá del Atlántico[5], —tierras que coinciden con las de sus reyes y héroes.

Mapa que muestra la supuesta ubicación de la Atlántida así como las migraciones que de ella supuéstamente surgieron.

Es posible que estos pueblos alcanzaran Europa Occidental en el paleolítico, correspondiendo las leyendas con la llegada de la raza divina a Irlanda, los Tuatha de Dannan, guiadas por el héroe de rostro solar.
Otras oleadas de civilizaciones nórdicas avanzaron de noroeste al sudeste, hacia la cuna de la civilización indoeuropea, llegando hasta China, donde los vestigios de la civilización conocida como aria o indoeuropea se encuentra en la similitud que ciertos arqueólogos observaron en las excavaciones, —como por ejemplo, los descubrimientos en la provincia de Xinjiang de cuerpos momificados[6], en alto estado de conservación en los que “... los arqueólogos apenas podían creer lo que veína...”[7], pues las momias tenían narices y cráneos largos (dolicocéfalos), pelo rubio o rojizo, labios finos y rasgos de parentesco ario-boreal.
"El Alba de la Civilización: la revolución del radiocarbono y la Europa prehistórica", obra del Prof. Colin Renfrew donde analiza los movimientos migratorios en Europa en relación a las pruebas del radiocarbono. Ediciones Istmo, 1986. 

El Dr. Victor H. Mair de la Universidad de Pensilvania dijo: “Debido a que los cuerpos encontrados son sin duda de la familia indoeuropea y porque datan de un periodo lo suficientemente antiguo como para tener relación con la expansión de los indoeuropeos desde su lugar de origen, juzgaran un papel crucial en la determinación del mismo”.
Asimismo la tipología étnico-racial de estos individuos iba acompañada de otro hallazgo, pero esta vez de carácter lingüístico, puesto que los idiomas que se asociaron a dichos descubrimientos arqueológicos así como los que se ubicaron por aquel entonces en algunas provincias del noroeste chino eran de tipología germánica y céltica.

Por lo que de Norte a Sur y de Este a Oeste surgieron por irradiación, adaptación y dominación, civilizaciones que en el origen tuvieron la misma impronta, sangre y una espiritualidad que residía en las élites. Estableciendo esta raza conquistadora una jerarquía, como en el caso de India, Irán, Egipto, Perú...



[1] Paraje situado en la punta septentrional de la isla de Terranova. El investigador noruego Helge Ingstad y su esposa (arqueóloga) Anne Stine hallaron en 1960 restos de una aldea vikinga.
[2] Greenland = Groenland = Groenlandia
[3] Revista Europea - Año II, Tomo V, nº 85, págs 599-600. Madrid, 10 de octubre de 1875. Boletín de las Asociaciones Científicas. Congreso americanista de Nancy. 22 de Julio de 1875.
[4] Actualmente solo quedan 15.000 ainu, y tan solo el 3% representan en verdad a la raza leucoderma en Japón. Paulette Marquer – Las razas humanas. Págs. 159 – 160. Alianza Ed.
[5] El nombre de Océano Atlántico le fue otorgado al susodicho en el siglo XVII.
[6] Datados entre los siglos XX y IV antes de Cristo.
[7] New York Times.

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